Poème de Daeglin (1464)
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Le poème de Daeglin (1464) est :
- une matière première :
- à collectionner et/ou à offrir
- un objet spécial :
- ne pouvant pas être fabriqué par un artisan dans son échoppe.
- écrit lors du concours de poèmes de la Saint Valentin par la/le joueur·se du personnage dénommé "Daeglin"
Il peut être vendu ou acheté sur le marché du village entre 50,00 et 500,95 écus.
Il peut aussi être acheté via l'accès premium contre 100 gemmes
Il représente un encombrement de 1.
Remarque :
- Quand vous l'utilisez, son texte s'affiche dans une pop-up. Il reste bien évidemment dans l'inventaire de votre personnage après sa lecture.
EL AMOR INCONDICIONAL (prosa)
La mano de él mecía el pelo de ella como tantas veces lo había hecho. Ese pelo, ahora poblado de canas, se deslizaba entre sus dedos acariciando no solo la piel sino sus almas.
Caricia balsámica, para ambos, tan habitual como necesaria, como respirar. Como el aire que llena los pulmones.
La respiración de ella ahora era forzada. Allí tumbada rodeada de paredes blancas. Él a su lado, como tantas otras veces. Aquella clínica se había convertido en parte de sus vidas los últimos meses.
Él la miraba, con ojos llenos de lágrimas. Ella lo miraba a él, con adoración. Los dos sabían que el final estaba cerca. Ella partiría y atrás quedaría su amado.
Como atrás quedó la infancia que compartieron. El amor que se forja desde la infancia entre dos desconocidos tiene el sabor de la comida hecha a fuego lento, sabor de hogar, de entrega, de riñas y juegos, de noches compartidas. Sabor de amor verdadero.
Y cuando los años fueron pasando apareció el amor en estado puro. Apareció el no entender la vida del uno sin el otro. Apareció la verdad que ninguno de los dos negaba: que él la amaba, pero que para ella él lo era todo.
Luego aparecieron las canas, el andar más calmado, la serenidad de la experiencia y el peso de los años. Pero a él le bastaba estar con ella para volver atrás los años, para volver a ser niño, para paladear de nuevo el sabor de la infancia.
Con los años la atracción no desapareció. La pasión no se apagó. Solo cambió. El cáncer trajo penumbras a sus almas pero también el cegador brillo del amor incondicional.
Ella respiraba con esfuerzo. Él acariciaba su pelo. Se clavaban las miradas recordando los días de jugar en la calle con la pelota, de la ansiedad por terminar el colegio para verse, de los abrazos de adolescente, de las noches juntos velando el sueño del uno por el otro.
Y todo eso estaba a punto de finalizar.
La enfermedad llegó traicionera, sin previo aviso, la muerte era cobarde porque sabía que el coraje de ella la vencería si no la atacaba por la espalda. Un diagnóstico tan duro como honesto. Una condena a muerte que no solo se la llevaría a ella sino que haría este mundo más oscuro. En el mundo de él se estaba poniendo el sol.
La puerta detrás de ellos se abrió. Él distinguió con el rabillo del ojo la figura con bata blanca que entraba en la sala. Sus ojos empezaron a derramar lágrimas.
- Es la hora, está sufriendo.
La voz del veterinario lo golpeó en lo más profundo. ”Está sufriendo”, demoledor. Había que terminar con aquel sufrimiento mediante un sueño que no tendría despertar.
A sus 15 años él conocía ya el amor puro, el amor verdadero, el incondicional, la entrega total. Ella, con un solo ladrido, sabía dibujarle una sonrisa.
La besó cerrando los ojos, olió su pelo.
Y ella lamió sus lágrimas, como tantas veces.